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El comentario de Carlos Iorio.
Una película maravillosa en todo sentido, tanto en lo formal (maravillosas la fotografía y la música -de Stravros Xarchakos-) como en el mensaje que transmite. Conmovedora la metáfora de los fuegos artificiales de Stroszek, quien en su "locura" se arranca el uniforme nazi y declara que adhiere a "la causa del Hombre". Así como desoladora la escena final, con las imágenes del camión que se aleja de los montes del Olimpo, con todo lo desolador que tiene una despedida, mientras el relator en off dice: "En su rebelión, había emprendido algo titánico, ya que su enemigo era muy superior. Por eso falló tan rotundamente como los otros de su clase". Stroszek nos deja la lección de que, pese a las derrotas, tenemos que seguir una y otra vez tratando de robarles el fuego a los dioses del olimpo, porque eso es lo único que nos hará libres.
Otra reflexión que provoca la película: ¡qué curiosa coincidencia con los hechos de la Grecia actual, que muestran una vez más cómo lo que ayer no se consiguió con las armas hoy se consigue con las finanzas!
Carlos Iorio
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